Cada día es más conocida la agresión cotidiana infrigida particularmente a jóvenes y niños por contemporáneos del mismo medio donde viven o estudian conocida como bulling. Este fenómeno es rechazado por la sociedad y ha generado activas campañas para ponerlo en evidencia y contrarrestarlo con iniciativas y acciones que motiven a los jóvenes afectados a fortalecer su autoestima, y no permitir ningún tipo de agresión física, mental o emocional.
Cuando pienso en nuestra ciudad, la proyecto como una adolescente que creció muy rápido y que la ropa de niña ya no le queda, ni se le ve bien. Rascacielos apretados en callecitas de antiguos barrios, demandando servicios que parecen nunca ser suficientes, para su insaciable hambre de energía y agua. O la creciente ola de modernos autos embutidos en estrechas calles, reventando como botones de una camisa que ya no cierra, mientras la niña-ciudad grita entre insultos y bocinas presionada por el stress de la aprestasón. Sí, la ciudad-niña creció y reventó sus zapatos. El peatón indefenso no tiene por donde caminar, más allá de los pedacitos generosos de aceras del moderno metro que al salir de el parece que se atraviesa el tunel del tiempo entre el siglo 21 y el 19. Esta misma ciudad-niña pareciera que al crecer redujo su capacidad respiratoria porque sus bosques se redujeron a la mitad en el último período de su rápido crecimiento.
Y como si el crecimiento desordenado y atolondrado no fuera suficiente caos, le hacen bulling. Sí, cuando a la casita adosada, uno de sus propietarios le demuele su mitad y la deja a la espera que su vecino incómodo, decida vender y poder así reemplazar la casita por algo más grande y rentable. Cuando el parquecito de la urbanización -que en el plano aparecía como área pública- extrañamente nunca fue registrado como tal y por el contrario ya sufrió 3 ventas. Nuestra adolescente ciudad sufre de bulling, cuando cambiaron el uso de suelo y resulta que la "demanda y oferta" ahora impone una plaza comercial, un lavauto o taller de carros, al lado de tu casa, sin enterarte siquiera de cómo sucedió; cuando una nueva construcción se toma la costa de todos. O cuando un humedal lo rellena y ocupa un nuevo desarrollo donde nadie pensó en la población que quedaba sometida a que su techo fuera el nivel de piso de los nuevos vecinos.
Como atacamos este bulling urbanístico y le devolvemos a la ciudad y a su gente la autoestima y dignidad que se merece?. Estableciendo reglas claras, con equidad para todos y haciendo que se cumplan; planificando el ordenamiento del territorio con procesos participativos, de real consulta ciudadana y sobre todo transparentes. Creando mecanismos que permitan a la ciudad cobrar a aquel que demanda más servicios con su mayor densidad para reinvertirlos en la ciudad. Mejorando la zonificación y no lotificando como era hasta hace poco la práctica usual, donde cada quien exigía que su lote tuviera el uso que le permitiera ganar más en la venta, mientras la ciudad perdía en el proceso. Generando espacios públicos que permitan devolverle la ciudad al ser humano, no solo espacio al edificio
Todo esto ya está ocurriendo, pero el proceso está gateando en comparación con la adolescente que corre. El proceso de transformación de la ciudad necesita de psicólogos, sociólogos, maestros, abogados, activistas, en general de ciudadanos que se apropien de él; que fiscalicen, que se involucren más allá de las quejas y que contribuyan en la creación de las codiciones para que ésta ciudad adolescente tenga espacio para desarrollarse, interactuar socialmente en espacios públicos, respirar con fuerza a traves de su bosques urbanos,
Que el agua limpia vuelva a recorrer sus rios sin basura y que su gente no duerma con el miedo de que se va a inundar. Podemos superar el bulling si lo atacamos juntos. Al final la ciudad la vivimos y la sufrimos todos, tanto el agresor como el agredido. Todos perdemos o ganamos
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