Perdí amigos, familiares y me alejó de quienes yo pensaba cercanos, pero me devolvió alegrías sencillas y trascendentes.
Cada final de año hago una reflexión de las lecciones aprendidas, los logros y retos asumidos del año por terminar; pero hoy que me toca hacerlo de cara al 2020, lo hago con profundo sentido de respeto y solemnidad. Un año por demás difícil, que nos mostró la fragilidad de la vida en su desnudez; la pequeñez humana de frente a la fuerza de la naturaleza, a la inmisericordia de un microorganismo que llamaron COVID-19 y puso de rodilla al mundo.
Un año de separación, soledad y muerte. Pero tengo que decir que además para mi fue un año de reencuentro: reencuentro con mis hijos, familia, mi vida espiritual. Reencuentro con mi hogar, con las -hasta hace poco - insignificantes labores domésticas, que ahora adquirían un valor de reconstrucción, de salud y expresión de amor para mis seres queridos
Un año para reinventarme y que, además de ver el mundo a través de una pantalla, para ver con ojos nuevos el pedacito maravilloso de mundo que tenía al rededor de mi encierro forzoso. Nunca había estado tanto tiempo en casa y nunca me había sentido tan libre ... de formalidades, compromisos, citas, corre de aquí para allá. Todo adquirió un nuevo sentido, una justa medida, un nuevo valor
El trabajo entró en una nueva dimensión; lo que conocí como trabajo y remuneración por ello hasta hoy, cambió. Generar ideas proyectos, conceptos que mejoren la calidad y condición de vida de los que compartimos este espacio en el planeta, se convirtió en mi prioridad, casi obsesión. Cómo se traduce eso en ingresos? Aún no lo sé, pero lo que sí sé es que nos toca a todos reinventar nuestras economías desde lo personal, priorizando lo realmente necesario a lo colectivo, generando servicios de valor a nuestras comunidades y de respeto al medioambiente.
En el 2021 solo espero tener la oportunidad de vivir a plenitud para aplicar las lecciones que me deja el 2020. Perdí amigos, familiares y me alejó de quienes yo pensaba cercanos, pero me devolvió alegrías sencillas y trascendentes.
Mi hija y yo, soñando y trabajando en un proyecto |
Un año de separación, soledad y muerte. Pero tengo que decir que además para mi fue un año de reencuentro: reencuentro con mis hijos, familia, mi vida espiritual. Reencuentro con mi hogar, con las -hasta hace poco - insignificantes labores domésticas, que ahora adquirían un valor de reconstrucción, de salud y expresión de amor para mis seres queridos
Un año para reinventarme y que, además de ver el mundo a través de una pantalla, para ver con ojos nuevos el pedacito maravilloso de mundo que tenía al rededor de mi encierro forzoso. Nunca había estado tanto tiempo en casa y nunca me había sentido tan libre ... de formalidades, compromisos, citas, corre de aquí para allá. Todo adquirió un nuevo sentido, una justa medida, un nuevo valor
Mi familia en cuarentena |
El trabajo entró en una nueva dimensión; lo que conocí como trabajo y remuneración por ello hasta hoy, cambió. Generar ideas proyectos, conceptos que mejoren la calidad y condición de vida de los que compartimos este espacio en el planeta, se convirtió en mi prioridad, casi obsesión. Cómo se traduce eso en ingresos? Aún no lo sé, pero lo que sí sé es que nos toca a todos reinventar nuestras economías desde lo personal, priorizando lo realmente necesario a lo colectivo, generando servicios de valor a nuestras comunidades y de respeto al medioambiente.
Con un grupo de ciudadanos sembrando árboles |
Mila |
Gracias por todo a la Vida |
Gracias 2020 por lo llorado y lo reído, por lo bailado y lo sufrido, por las angustias y certezas, pero sobre todo por mostrarme quien soy cuando dejé de ser quien creí que era.
Bienvenido 2021
Bienvenido 2021
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